1.- Noción de desvío:
Puede decirse que la hipótesis desviacionista es común a muy diferentes orientaciones metodológicas y escuelas críticas. La estilística idealista, buena parte de la poética estructuralista y lo más difundido de la estilística generativa suscriben la tesis de que la lengua literaria cabe entenderla como un apartamiento de la lengua llamada estándar o común; este apartamiento o desvío lo es respecto a las normas que rigen el uso cotidiano y comunicativo del lenguaje y supone la existencia de unas estructuras, formas, recursos y procedimientos que convierten a la lengua literaria en un tipo específico y diferenciado de lenguaje que excede las posibilidades descriptivas de la Gramática. Así, se sostiene que la comunicación literaria es diferente a la no-literaria, y por tanto, postula que la literatura se opone a la no-literatura. Pero decir que la lengua literaria es otra lengua es ya una posición teórica muy arriesgada. No obstante, aceptar la noción de desvío de la lengua literaria supone un importante compromiso: el de ensayar una descripción de lo literario como fenómeno lingüístico diferenciado.
Para la estilística idealista, la lengua literaria es un desvío más porque traduce una originalidad espiritual, un contenido anímico individualizado, que por las novedades formales y expresivas que aporte. Este desvío es siempre una capacidad creadora e individualizadota que es lo que se debe descubrir.
La poética estructuralista se mueve, sin embargo, dentro de unas coordenadas teóricas y con unas bases lingüísticas netamente diferentes a las de la estilística idealista. Para esta corriente, la lengua literaria como desvío no está referida ya a las particularidades psíquicas de un creador genial, sino que quedará referida a las formas frente a las que se opone o respecto a las cuales se desvía. Por ello, habrá que definir la norma frente a la cual el lenguaje literario es un fenómeno anormal, diferenciado o excepcional. Por norma se entiende el buen uso, el uso común y general o preferencia válida socialmente y, por tanto, se limitan a definir lo literario como desvío respecto a esa norma lingüística. Para Cohen ( Estructura del lenguaje poético, Madrid, Gredos, 1970 ) la lengua literaria no es sólo desvío, es sobre todo infracción: tiene como esencia quebrantar el código de la prosa. El lenguaje poético supone una constante violación de todas esas leyes que gobiernan el discurso de la prosa científica. Otros autores han entendido, aún así, que el desvío de la lengua literaria lo es respecto a la norma gramatical. Para ellos la norma es el sistema de reglas que originan las frases aceptables en una lengua. Habrá desvíos positivos (figuras o rasgos literarios que suponen adiciones o rasgos suplementarios) y desvíos negativos (aquellos que suponen formas que transgreden alguna de las reglas que gobiernan la gramática)
2.- Noción de desautomatización:
El origen del concepto está en el movimiento teórico literario conocido como formalismo ruso y es sus continuaciones en la Escuela de Praga. Algo no muy distinto de lo que se ha comentado sobre desvío es el concepto de desautomatización del lenguaje. Aunque es una noción más amplia que la de desvío porque dejan de concebir la norma como un fenómeno ahistórico y constantemente lo hace depender de la percepción del receptor. Los formalistas querían ser positivos , casi científicos en su análisis de las características del discurso literario. Pretendían superar la vieja noción de que la poesía era un pensamiento con imágenes y se plantearon el estudio no de la literatura en abstracto, sino de la literariedad, esto es, en palabras de Jakobson (Estilo del lenguaje, Madrid, Cátedra, 1974), de “lo que hace de una obra dada una obra literararia”.
Este principio de la literariedad consistía en resaltar el enorme relieve que en la lengua literaria adquiere la forma del mensaje, la palabra poética; relieve debido en gran parte al mayor volumen de artificios o procedimientos fónicos, morfológicos, sintácticos que convertían la palabra poética en el verdadero y principal objeto del discurso. La idea que da origen a todo este planteamiento es la del extrañamiento de Sklövski. Éste sostenía en su artículo “El arte como artificio” que nuestra percepción del mundo y del lenguaje se encuentra desvanecida y automatizada. Las palabras que proferimos nos son indiferentes y no fijamos nuestra atención en ellas. Ello hace que el lenguaje se automatice porque la relación signo – realidad se convierte en habitual. La habitualización de información resta relieve al discurso que siempre es reconocible y esperado. Las palabras son sólo instrumentos para decir lo que queremos decir y hacer, dejando de interesarnos como tales palabras. Esto es lo que Sklövski quiere contrarrestar, pero, ¿cómo? Aumentando la duración de la percepción mediante el oscurecimiento de la forma, singularizando los objetos y las palabras al aumentar su dificultad formal; en una palabra, mediante el artificio, el mensaje verbal – poético pone de relieve su propia forma, obliga a que fijemos nuestra atención en ella; la lengua poética está construida de manera artificial para que la percepción se detenga en ella y llegue al máximo de su fuerza y su duración.
3.- Función poética del lenguaje:
Jakobson dijo que la poesía es el lenguaje en su función estética y que su rasgo dominante es subrayar la forma del enunciado. Es decir, la función poética es la orientación hacia el mensaje como tal. De l oque se trataba era de decir que en la lengua literaria el factor dominante es la propia forma del mensaje.
El lenguaje poético, por muy distintos medios, es esencialmente recurrente, esto es, lo ya emitido vuelve a aparecer en la secuencia. La lengua literaria construye sus secuencias, sus cadenas, procurando continuas equivalencias con términos ya emitidos, reiterando lo dado, repitiendo en la cadena rasgos fónicos, morfológicos, sintácticos y semánticos. En definitiva, la lengua literaria atrae la atención sobre la palabra por medio de la insistencia en lo ya dado, por medio de recurrencias.
4.- La noción de connotación:
La lengua no sólo denota (señala) sino que también connota o proporciona unos valores complementarios a la denotación, que reflejan o indican diversas informaciones, actitudes y registros. Así, la lengua literaria hay que entenderla como un uso lingüístico diferenciado por el registro o nivel de la lengua que actualiza determinadas posibilidades del sistema de la lengua, pero no como un lenguaje diferente. Dicho de otra forma: el código lingüístico común – el sistema de la lengua – ha de ser, necesariamente, el marco de referencia donde integrar lo literario, cuya especificidad no será sino una modalidad del uso del propio sistema; e incluso más , según Coseriu (“Tesis sobre el tema lenguaje y poesía”, en El hombre y su lenguaje. Madrid, Gredos, 1977), la modalidad literaria es precisamente la que se propone actualizar todas las posibilidades funcionales del sistema lingüístico.
2 comentarios:
Muy bien, José María, ahora sólo te falta ponernos el título del libro de donde has copiado literalmente (al menos buena parte de) tu texto -por lo menos claramente en lo que se refiere al concepto formalista de desautomatización...-
(Aun siendo tú mismo el autor...
Porque lo que está claro es que ese texto está publicado)
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