LO TRÁGICO – ROMÁNTICO
La poesía de Hölderlin, Keats y Leopardi muestran cuál es la esencia del pensamiento trágico y la situación del hombre trágico modernos. Nietzsche, al concluir El nacimiento de la tragedia, se halla convencido del renacimiento de la tragedia griega. La tragedia griega, que se inicia ya en la épica homérica y en la gran lírica, encierra la crisis juvenil del humanidad: la Grecia heroico-homérica, a través de la cual el hombre ha recibido, por primera vez, la plena asunción de su individualidad, encuentra en la clasicismo de Pericles (siglo V a.C.) su culminación y su canto de cisne. La tragedia de Shakespeare recibe el fruto de la otra gran revolución individualizadora de la humanidad: el Renacimiento. Sófocles ( V a.C.) extrae del fondo homérico la situación trágica del griego antiguo. Shakespeare extrae del fondo renacentista (Dante, Petrarca, Galileo…) la situación trágica del hombre moderno. Ambos coinciden en la mostración de la extrema individualidad y soledad del hombre: Antígona, Edipo, Áyax, Hamlet, Macbeth… los grandes arquetipos trágicos, antiguos y modernos, afrontan el destino agigantando su desnuda individualidad.
Hölderlin, Keats y Leopardi – las aguas más auténticas y turbulentas del caudal poético romántico – sin escribir tragedias, ahondan en la esencia de lo trágico. Mas, ¿cuál es esta esencia? Max Sheler lleva razón cuando escribe que “lo trágico es un elemento esencial del Universo mismo”. Escenográficamente podríamos representar la contradicción trágica como un campo de batalla, a un tiempo universal y subjetivo donde, arropado por unas totales desnudez y soledad, el hombre se enfrenta al Infinito y al Desierto. En otras palabras: la contradicción trágica es el enfrentamiento del Héroe-hombre romántico que acepta el combate, con la doble dimensión saciadora y despojadora del Absoluto, del Destino. El proceder trágico requiere una alta conciencia de la propia soledad e individualidad en la exigencia de plenitud y en el heroico reconocimiento de la limitada posibilidad humana. Es el anhelo de lo Absoluto lo que está en la base de la condición del hombre: la tendencia apasionada e innata del hombre hacia lo ilimitado.
Sin embargo, el verdadero héroe, a diferencia de otras épocas, tras su fracaso no se siente envilecido, sino que halla en su derrota una fuente de vitalidad que le permite continuar su desafío al Destino. El anhelo del Absoluto es, sí, una condición fundamental de lo trágico. No obstante no lo es menos la heroica afirmación de la identidad individual.
Todo puede quedar reducido a dos flujos, por tanto. Por el primero el héroe romántico parte hacia el Absoluto, hasta que su camino queda cerrado por el inextricable nudo trágico, aquel que se caracteriza porque no permite salida alguna. Por el segundo, el héroe siente sobre sí toda la opresión negativizadora del Universo, del Todo, esto es, el horror repentino del mundo y de su cruel mecanismo, del que nadie puede escapar, ni puede, tampoco, aceptar.
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